Cuando Edward entró con Nadine en el castillo se encontró con el profesor Finch, que se disponía a salir en aquel momento.
- ¿Qué ha ocurrido? ¿está herida?
- Nos atacaron en el bosque.
- Llévala a la enfermería cuanto antes, es mejor que no os vea nadie – le ordenó el profesor Finch al mismo tiempo que salía del castillo.
Finch llevaba a la espalda el Arco de la Victoria, y, a medida que se acercaba al bosque comenzó a entonar una letanía guerrera y se introdujo con pies livianos en el bosque. A lo lejos vio cómo varios centauros galopaban con un furor demente, como si corriera fuego por sus venas y recordó su última batalla y sus sonidos.
- Xera.
El elfo se dio la vuelta y vio llegar a Sean Butler acompañado de Seeley Abott y los saludó con un movimiento de cabeza, después les hizo señas en dirección al lugar al que se dirigían los centauros y se dirigieron allí.
Mientras tanto, en la enfermería del castillo, Nadine abrió los ojos y se encontró con la señora Pattinson.
- Hola – saludó la enfermera – has sufrido un leve desmayo. Tu brazo está magullado, pero no te preocupes, no es nada.
Nadine intentó incorporarse pero la señora Pattinson no la dejó.
- Quédate tendida un minutito cielo.
- ¿Y Edward? – preguntó preocupada.
- Mi hijo está bien, y muchas gracias. Siempre le ha gustado hacerse el héroe.
En ese momento entró el padre de Nadine. Estaba tan enfadado que Nadine sopesó la idea de desmayarse de nuevo.
- Estoy bien papá.
- Está bien Rupert – confirmó la señora Pattinson -. Sólo necesita descansar.
Nadine se levantó de la cama y Rupert le rodeó la espalda con un brazo mientras la conducía a la puerta de la enfermería. Caminaron en silencio, Nadine iba ensimismada pensando en Edward, y Rupert intentando calmarse y dejar de mirar a su hija con preocupación. Finalmente la dejó en la puerta de Nidelty. Nadine entró en la sala común y se encontró a Edward. Llegó a su altura, paró y lo miró a la cara. Un profundo pesar se aposentaba en sus ojos.
- Pareces cansado – murmuró.
- Lo sient…
Nadine apoyó con suavidad los dedos en los labios de Edward para hacerle callar.
- No necesito que te disculpes.
Al instante Edward colocó una mano detrás de la cabeza de ella y sus labios se unieron suavemente. La besó lánguidamente antes de inclinarse para levantar su cuerpo menudo y apoyarlo contra el suyo. Edward la sentó dulcemente en el sofá. En ese momento escuchó un ruido proveniente de los dormitorios de las chicas y se levantó.
- Quédate, por favor. No te vayas.
1 comentario:
Ohhhhh¡¡¡!!!! Que tierno¡¡!!!
Publicar un comentario